Relación entre el autismo, discapacidades intelectuales y la enfermedad de Parkinson
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Una cuidadora ayuda a un paciente en un centro de cuidado diurno en Suiza para personas que sufren de la enfermedad de Parkinson.Crédito: Amelie-Benoist/BSIP/Science Photo Library
Un estudio de un cuarto de millón de personas con autismo, discapacidades intelectuales o ambos ha encontrado que su riesgo de desarrollar síntomas asociados con la enfermedad de Parkinson es tres veces mayor que en la población general.
El estudio es el más grande de su tipo y amerita una mayor investigación sobre los vínculos entre estas condiciones, señalan los investigadores. Los hallazgos se presentaron en la reunión anual de la Sociedad Internacional de Investigación sobre Autismo en Melbourne, Australia, el 16 de mayo, y aún no han sido revisados por pares.
Los resultados son «muy importantes a medida que pensamos en la planificación y en lo que deberíamos estar buscando o examinando a medida que las personas autistas envejecen», afirma Gregory Wallace, coautor del estudio y neuropsicólogo del desarrollo en la Universidad George Washington en Washington DC.
Robert Hendren, psiquiatra de la Universidad de California, San Francisco, está de acuerdo. «Entre más preparadas estén las personas, mejor será la oportunidad de minimizar los efectos, o incluso de eliminarlos», dice.
Cambio en la comprensión
Ha habido pocos estudios sobre los efectos de salud experimentados por adultos autistas a medida que envejecen. Cuando el autismo fue descrito por primera vez en la década de 1940, «se consideraba como un trastorno de bebés», dice Joseph Piven, psiquiatra de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill.
El autismo no se convirtió en un diagnóstico distinto hasta la década de 1970, y los criterios para caracterizarlo han cambiado varias veces desde entonces. Estos cambios, además de la dificultad para reclutar participantes envejecientes en los estudios, han hecho difícil seguir a las personas a lo largo del tiempo, explica Wallace.
«Parte de la razón por la cual sabemos tan poco acerca de esto, y por qué está en sus inicios, es porque sabemos muy poco en general sobre el envejecimiento y el autismo», asegura Wallace.
Estudios anteriores han sugerido que las personas autistas tienen tasas desproporcionadamente altas de parkinsonismo, síntomas comunes en la enfermedad de Parkinson, incluidos temblores, congelación repentina al caminar y dificultad para mantener una postura, en comparación con la población general. Uno de los primeros estudios que investigaron esto, publicado en 2015 por Piven y sus colegas, examinó a 37 adultos con autismo y encontró que 12 tenían parkinsonismo. Pero el tamaño de las muestras pequeñas ha afectado la confiabilidad de los hallazgos.
«Muchas personas autistas, cuando son más jóvenes, tienen síntomas motores o problemas con la función motora», dice Wallace. «Queremos averiguar si es un parkinsonismo, una gama más amplia de estas características motoras, o si es un proceso neurodegenerativo», añade.
Estudios genéticos también han encontrado que el autismo está vinculado a mutaciones en el gen PARK2, que también está asociado con la enfermedad de Parkinson.
Wallace y sus colaboradores revisaron los registros médicos de tres años (de 2014 a 2016) de 247,539 personas en los Estados Unidos de 45 años o más. De estos, 23,686 tenían autismo; 223,853 no eran autistas pero tenían una discapacidad intelectual; y 13,302 tenían ambas condiciones.
Los registros mostraron diagnósticos de parkinsonismo en el 5.98% de las personas autistas que no tenían discapacidad intelectual, el 6.01% de las personas que tenían una discapacidad intelectual pero no eran autistas y el 7.31% de aquellos con ambas condiciones. Todos los diagnosticados con parkinsonismo tenían más de 55 años.
Estas tasas son mucho más altas que en la población general, donde entre el 0.11% y el 1.85% de las personas en el mismo grupo de edad tienen síntomas similares a los de la enfermedad de Parkinson.
Factores ocultos
El parkinsonismo podría estar vinculado al autismo y las discapacidades intelectuales por un aspecto aún no identificado de la salud o desarrollo cerebral, señalan los investigadores. Incluso la conexión podría estar afectada por medicamentos. Estudios en los Estados Unidos informan que del 20 al 34% de los niños con autismo son recetados con fármacos antipsicóticos para reducir comportamientos considerados ‘desafiantes’, como irritabilidad, agresión, autolesiones y retraimiento social. Algunos fármacos antipsicóticos se sabe que causan parkinsonismo como efecto secundario.
En un análisis de seguimiento también presentado en la reunión, Wallace y sus colaboradores excluyeron a las personas que habían tomado medicamentos inductores de parkinsonismo durante el período de estudio. Sus hallazgos, vistos por Nature, sugieren que las tasas de parkinsonismo seguían siendo elevadas incluso en este grupo restringido.
Los investigadores dicen que los estudios futuros deben examinar la edad de inicio del parkinsonismo para determinar si las personas autistas y aquellas con discapacidades intelectuales experimentan los síntomas antes que las personas en la población general.
«Es crítico que entendamos si es neurodegenerativo, necesitamos seguir a las personas con el tiempo», comenta Wallace.
«Necesitamos pensar en cómo tratarlo», dice Piven. «Necesitamos considerar la posibilidad de examinar a las personas con autismo en busca de características parkinsonianas». Hendren está de acuerdo. «Va a ser un panorama complejo», afirma. «Y necesitamos hacerlo todos juntos».