Voces que Resuenan: Historias de Lucha y Esperanza
Juan ha abierto un taller de carpintería, Mara se dedica al cine y Sacha estudia medicina. Los tres comparten una dolorosa conexión: sus madres fueron víctimas de femicidio. A diez años del movimiento Ni Una Menos, sus relatos son fundamentales para identificar lo que se ha logrado y lo que aún falta para mejorar las políticas de prevención y asistencia en casos de violencia de género.
Estos relatos, sincero y conmovedores, revelan una realidad que el Gobierno argentino parece ignorar. La violencia de género y los femicidios están siendo minimizados, y programas esenciales para ayudar a las víctimas han sido cerrados. Los pocos que quedan sufren una drástica reducción presupuestaria, con un recorte del 86% en el último año, como señaló un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En este país, donde el 3 de junio de 2015 nació el movimiento Ni Una Menos, es importante reflexionar: ¿Qué ha cambiado en una década? Esta fue la pregunta que se planteó a Juan, Mara y Sacha.
—Juan: “Mis abuelos siempre decían que el cambio es lento y estoy de acuerdo. Hay que seguir informándose y apoyar a quienes luchan, como mi abuela. Espero que en el futuro haya menos violencia de género”.
—Mara: “El movimiento de mujeres es nuestra fuerza. Hemos cambiado muchas cosas, pero aún nos enfrentamos a una difícil situación. Las leyes son buenas, pero faltan recursos y apoyo para las víctimas”.
—Sacha: “Las mujeres luchan y hacen todo lo posible para visibilizar la violencia, pero también es responsabilidad de los hombres y del Estado. Vivimos un momento difícil donde pensar en los demás se complica”.
Juan, el hijo de Wanda
Juan Manuel Elechosa Taddei, de 21 años, está emocionado con su nuevo taller de carpintería. Desde pequeño soñaba con ser carpintero. A pesar de la dificultad del camino, sigue adelante, influenciado por sus abuelos, quienes han trabajado para prevenir la violencia de género tras la tragedia que vivieron.
El femicidio de su madre, Wanda Taddei, en 2010, dejó una huella profunda en su vida. Juan, a sus 5 años, fue testigo de ese doloroso evento. “Hoy intento entender el impacto que tuvo en mi vida y estoy en terapia para ayudarme”, comenta Juan.
Mara, la hija de María Elena
Mara Ávila, de 45 años, es cineasta y ha realizado varias películas sobre la violencia de género. Este año se cumplen 20 años desde el femicidio de su madre, María Elena Gómez. Aunque las leyes han mejorado tras el movimiento, aún hay mucho por hacer en su implementación.
“Los traumas los llevamos toda la vida”, afirma Mara, con tristeza, al recordar a su madre y la lucha por justicia en su caso.
Sacha, el hijo de María Isabel
Sacha Speratti, de 20 años, está estudiando medicina y vive con su hermano menor tras perder a su madre a manos de su padre. “La violencia de género es una realidad dura. Ahora participo en marchas y trato de hablarlo con mis amigos. Quiero que entiendan lo que realmente significa perder a alguien así”, menciona.
Luchando contra las adversidades, Sacha también recibe apoyo económico debido a la ley creada para ayudar a los huérfanos de femicidio. “Esto no puede reparar lo perdido, pero es un alivio”, reflexiona.
Juan, Mara y Sacha representan las voces de muchos en Argentina y Latinoamérica. Su lucha es esencial para generar conciencia sobre la violencia hacia las mujeres. Aunque aún falta camino por recorrer, sus historias son un poderoso incentivo para continuar la lucha.