Se dice comúnmente que “Marte es una Tierra fallida”. Este tipo de afirmaciones surgen al observar las diferencias que separan a Marte de nuestro planeta, como la ausencia de una atmósfera densa, la falta de placas tectónicas, océanos y una biosfera. Actualmente, se considera que la **superficie de Marte** es inhóspita y no tiene vida —y así es la mayor parte del espacio exterior.
Es un buen momento para repensar esta idea. Nos encontramos en un punto crucial en la historia de la **exploración espacial**. En las últimas décadas, la búsqueda de vida extraterrestre ha pasado de esperar la llegada de **aliens** tecnológicos a desarrollar misiones científicas destinadas a encontrar señales de vida en el **Sistema Solar** y más allá. Hay numerosas misiones en marcha y planificadas que buscan signos de habitabilidad y vida en el cosmos, lo que podría dar paso a una nueva era dorada de la astrobiología, que se centra en el estudio de la vida alienígena. Además, la influencia creciente de empresas privadas en el espacio está llevando a la **exploración humana** a una nueva era impulsada por el comercio. Astronautas de Estados Unidos planean regresar a la Luna como parte del programa Artemis de la NASA, que puede servir como base para misiones a Marte y otros lugares. Otros países, como **China**, también tienen ambiciones similares y podrían desarrollar programas propios.
¿Qué es el valor moral?
Como agentes morales, los humanos tenemos la obligación de respetar lo que tiene valor moral. Tradicionalmente, se ha hecho una distinción entre el valor instrumental de un objeto (su valor como medio para lograr algo) y su valor intrínseco (su valor por sí mismo). La mayoría de los eticistas considera que los objetos que solo tienen valor instrumental no poseen valor moral. Desde esta perspectiva, los humanos son considerados altamente valiosos; nuestra mera existencia nos obliga a tratarnos bien. En contraste, el dinero solo tiene valor instrumental, ya que su valor proviene de su uso en transacciones humanas y no merece consideración moral por sí mismo. Los objetos pueden tener múltiples formas de **valor** a la vez: un árbol, por ejemplo, puede ser valioso por ser un ser vivo, pero también por ser una fuente de alimentos, oxígeno o sombra.
Distinguir el valor intrínseco del instrumental ha sido debatido durante siglos. Algunos filósofos imponen un enfoque ‘biocéntrico’, donde estar vivo se considera condición previa para la consideración moral. Muchas teorías éticas han clasificado a los seres según su capacidad racional, autonomía y sensibilidad. Por ejemplo, se acepta que los langostinos pueden sentir dolor, lo que ha llevado a algunos países a prohibir cocinarlos vivos. Sin embargo, el ratiocentrismo sostiene que solo aquellos seres que razonan merecen consideración moral.
Esta jerarquía de valores morales puede limitar nuestra visión sobre el espacio. La Tierra, con su abundancia de vida, es única, pero eso no implica que el espacio exterior carezca de valor moral. La exploración espacial nos plantea el desafío de reconocer que entidades inanimadas y sistemas extraterrestres pueden tener un gran valor moral. Además, las relaciones complejas entre entidades pueden dar lugar a un **valor sistémico** que debe ser considerado en nuestras decisiones éticas sobre la exploración.
Una nueva taxonomía del valor moral
Proponemos una **taxonomía** del valor moral que incluye seis categorías que pueden contribuir al valor moral general de un objeto: valor intrínseco, instrumental, relacional, innato, sistémico y de rareza. El valor intrínseco se refiere a la valía de un objeto por sus propias características, mientras que el valor innato se refiere a entidades consideradas de valor por sí mismas, independientemente de su relación con otros. El valor relacional surge de las interacciones entre distintas entidades, y el valor instrumental se refiere a sus efectos positivos en otras entidades. Además, el valor sistémico se manifiesta a través de procesos complejos donde las entidades interactúan, lo que genera un sistema que es más valioso que la suma de sus partes. Por último, el valor de rareza se refiere a la singularidad de un objeto en el universo.