Aquí tienes una alternativa: «Cuando el poder prevalece sobre la justicia».

El dilema del poder en la sociedad

Es un tema conocido. Ninguna civilización ha evitado preguntarse sobre el **origen del poder** y su **propósito**. Estas cuestiones tienen un gran trasfondo, planteando dudas sobre hasta dónde puede llegar el poder y quién decide esos límites. También se puede aplicar este cuestionamiento a las leyes que rigen nuestras vidas.

El dilema se presenta en muchos ámbitos de nuestra existencia. En la **esfera pública** es donde se manifiesta con más fuerza, pero no menos importante es en las relaciones privadas. Espacios como la familia, el trabajo y hasta en el club social, muestran cómo el poder y las normas pueden enfrentarse. Este conflicto también ocurre en nuestra vida personal. Algunos consideran que el poder es una relación social, mientras que otros piensan que las luchas internas surgen de reglas que nos imponemos, ya sean culturales o biológicas.

Sin embargo, es en el ámbito público donde la discusión sobre el poder sigue siendo actual. Desde la formación de la **sociedad de masas**, hace más de un siglo, ha habido una lucha constante por someter el poder a la ley. Aunque ha habido retrocesos, los avances suelen superar a estos, especialmente en la resolución pacífica de conflictos y en la satisfacción de necesidades básicas como comida, vivienda, salud y educación.

Distintos grupos han buscado liberarse del control de ideologías religiosas y han trabajado para dignificar su existencia, defendiendo sus **derechos**. Con el tiempo, el trabajo ha dejado de ser una carga. Se han establecido objetivos y mecanismos para buscar metas colectivas, y la participación de los individuos ha ido en aumento, lo que ha abierto espacios para la **representación**.

El poder ha transformado sus formas de actuar, disminuyendo el uso de la **fuerza bruta**. Esto se ha visto potenciado por los avances tecnológicos, que han cambiado la manera en que las fuerzas de seguridad funcionan y cómo se utiliza la burocracia. A lo largo del siglo XX, se han presentado diversas situaciones que reflejan este dilema, como el concepto de **estado burocrático autoritario** de Guillermo O’Donnell, que ilumina el tema más allá de Latinoamérica.

El avance del **liberalismo político**, herencia de la **Ilustración**, ofreció un alivio en Occidente contra el despotismo. La presión de las masas trajo consigo transformaciones sociales necesarias. A pesar de que el poder enfrentó momentos difíciles, parecía estar más controlado. La **Constitución** y otros textos fundamentaron esta nueva realidad, estableciendo normas y principios que regulaban el poder y su control.

Sin embargo, la ambición humana, que surge desde lo más profundo, continúa influenciando los acontecimientos. Este deseo de poder ha llevado a que muchos ignoren las limitaciones establecidas para acceder a él. Este ciclo ha continuado a lo largo de la historia, dejando tras de sí un legado de miedo y sufrimiento.

A lo largo del siglo XX, la defensa de la **democracia** despertó una nueva esperanza en diferentes momentos. Sin embargo, a inicios del siglo XXI, nos encontramos nuevamente ante la figura del “hombre fuerte”. Hoy, el contexto ha cambiado rápidamente, creando sociedades más desestructuradas que nunca, influenciadas por la **revolución digital** y el **individualismo**.

La unión de la ambición de unos pocos con la desestabilización social en una economía monopolística hace que la ley pierda su valor. En este escenario, la voluntad del líder se convierte en la única norma, dejando a sus seguidores sin otra opción que obedecer.

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