Reflexiones sobre la Tolerancia hacia Gobiernos Authoritarios en Colombia
¿Qué tan cerca estamos en Colombia de aceptar un gobierno autoritario? En medio de tensiones políticas entre el ejecutivo, legislativo y judicial, además de reacciones de la sociedad civil, no es sorprendente encontrar propuestas que buscan desestabilizar el sistema. Esto es evidente, sobre todo, en el lenguaje exagerado de las redes sociales.
En un contexto político en el que varios países, como Estados Unidos y Argentina, están viendo un giro hacia políticas duras, se hace necesario cuestionar cómo está la disposición de los ciudadanos a aceptar gobiernos autoritarios, especialmente cuando están descontentos con administraciones más progresistas.
Un reciente estudio elaborado por la Fundación Friedrich-Ebert-Stiftung ofrece hallazgos relevantes sobre la relación de los jóvenes con la democracia. Los resultados muestran un sentimiento de agotamiento hacia el sistema democrático y una creciente desconfianza en las instituciones.
El estudio revela que, aunque un 45% de los encuestados afirma que «la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno», también hay un 41% que opina que «un líder fuerte resuelve mejor problemas que los partidos y las instituciones». Además, un porcentaje menor argumenta que «bajo ciertas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser más deseable que uno democrático». Esta combinación de opiniones plantea un panorama preocupante.
La desconfianza en instituciones como la Presidencia, el Congreso y los partidos políticos es alta. A menudo, los medios de comunicación también son cuestionados por su escasa autocrítica. Desde la administración de Iván Duque, su imagen ha ido en declive.
Ambos géneros, jóvenes y adultos, parecen aceptar la idea de un liderazgo individual como solución a los problemas que enfrentan. Para la fundación mencionada, esta desconfianza proviene de la percepción de que las estructuras tradicionales no están cumpliendo con sus expectativas y necesidades.
El descontento hacia la democracia no es nuevo. De hecho, el informe Latinobarómetro de 2023 reflejó que Colombia, junto a otros países de la región, tiene una satisfacción con la democracia por debajo del 20%.
Los jóvenes en Colombia no están desconectados de la política, pero se sienten distantes respecto a las instituciones que deberían representarlos. Ven a estas organizaciones como lentas y desinteresadas en sus realidades. Este contexto lleva a un escepticismo que puede dar pie a un rechazo hacia la democracia.
Cuando las instituciones son vistas como inútiles, se apaga el interés en participar. No obstante, la energía política no se pierde, se transforma en apoyo a alternativas cuyo enfoque es más en la eficiencia que en la legitimidad. La democracia se percibe como un obstáculo, y esto puede hacer que el autoritarismo aparezca como una opción.
No se debe interpretar esto como un deseo de dictaduras entre los jóvenes, sino como una crítica a la incapacidad de las democracias para resolver los problemas cotidianos, como la precariedad laboral y la inseguridad.
Es crucial no solo culpar a la juventud por su desencanto, sino también cuestionar las formas en que opera la política. Reforzar la conexión entre las juventudes y la institucionalidad exige reformas, así como una nueva mentalidad que priorice la escucha activa y la creación de espacios reales para la participación.
Si la política quiere mantenerse relevante y evitar ser sustituida por liderazgos carismáticos pero poco deliberativos, necesita restablecer su sentido de protección y pertenencia. Esto no se logra con promesas vacías, sino a través de acciones concretas y coherentes. Escuchar a los jóvenes es una necesidad democrática urgente en este momento.