El descuido hacia la presidenta

La Comunicación en la Presidencia: Un Desafío Moderno

En la gestión política de un país, el control sobre la comunicación y el mensaje siempre ha sido fundamental. Hoy en día, se habla de «dominar la narrativa», un término más moderno para expresar lo mismo. Antes, esto implicaba ejercer presión directa sobre los medios de comunicación para hacer que solo se escuchara la voz del gobierno. Sin embargo, ahora la estrategia se ha ampliado para incluir una mayor presencia en el ámbito público. A pesar de que la presión sobre los medios tradicionales sigue existiendo -aunque no siempre con éxito-, los presidentes actuales buscan destacarse mediante medios digitales y redes sociales. La era moderna nos ha llevado a una transformación en la comunicación política, donde plataformas como YouTube, el streaming y los podcasts tienen la misma importancia que la televisión y la radio.

En México hemos visto un gran cambio: pasamos de presidentes que aparecían solo en eventos formales y discursos cuidadosamente seleccionados, a tener a un presidente como López Obrador, que estaba en todas partes. El estilo de comunicación ha evolucionado, y esto también se observó con la presidenta Sheinbaum, quien decidió seguir el modelo de su predecesor, manteniendo las conferencias mañaneras. Sin embargo, su gestión ha tenido resultados poco satisfactorios. Aunque hay más periodistas serios en la escena, todavía predominan aquellos que parecen más interesados en ser improvisados y en hacer preguntas irrelevantes.

Desde hace tiempo, existe la percepción de que hay un negocio detrás de las preguntas en las mañaneras. Muchos reporteros parecen incapaces de formular preguntas sin leerlas de su teléfono. La presidenta se ve obligada a responder sobre temas tan diversos como OVNIS y situaciones locales irrelevantes, algo que no se esperaría en una conferencia de prensa seria. Este enfoque de responder a todo puede ser problemático, ya que su tiempo es valioso y debería centrarse en cuestiones más importantes.

Es sorprendente ver a la presidenta de México respondiendo a un abogado de un narcotraficante. ¿Por qué interactuar con una figura como esa? Este intercambio no solo le da más relevancia al abogado, sino que también plantea serias preguntas sobre las prioridades de su administración. En un contexto ya complicado, enviar a la presidenta a Sinaloa para hablar sobre un peligroso líder del crimen organizado es difícil de justificar. Más aún, compartir el escenario con el gobernador Rubén Rocha, que representa el fracaso visible de la administración, solo añade a la desventaja.

Es fundamental que quienes manejan la comunicación de Sheinbaum reconsideren su enfoque. Su imagen y la forma en que se presenta ante el público es crucial para su administración y el futuro de su gestión.

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