Europa y los chicles | Un análisis personal

La Generación Actual y su Relación con Europa

Cuando España se unió a la Unión Europea, mi padre tenía 20 años. Yo, al llegar a esa misma edad, estuve en Sol acampando con miles de jóvenes en 2011. Eran tiempos en que no era extraño afirmar que éramos la primera generación que enfrentaba mayores dificultades que nuestros padres. Criticar al Gobierno socialista no era visto como una acción a favor de la derecha, y hablar sobre las malas acciones de la Troika no nos convertía en euroescépticos. Entonces, se planteaba la idea de realizar una auditoría de la deuda y se hablaba de las duras medidas de austeridad impuestas por la Unión Europea y de la influencia de Alemania. Se mencionó el término «Cuarto Reich», refiriéndose a una Unión que favorecía a los ricos, especialmente a Alemania bajo el liderazgo de Angela Merkel.

La deuda nunca se auditó y los países del sur de Europa, conocidos como los PIGS, tuvimos que hacer frente al déficit financiero que causaba Alemania. Aunque Merkel ya no está, la situación no ha cambiado mucho. Por ejemplo, al inicio de la crisis del COVID-19, cuando España e Italia enfrentaron escasez de equipos médicos, Alemania detuvo la exportación de estos suministros. Además, se unieron a otros países del norte para rechazar los coronabonos, argumentando que no querían cargar con la deuda de los países del sur, a los que consideraban fiscalmente irresponsables.

Hoy, en medio de un nuevo impulso hacia la paz, la crítica hacia la UE ha cambiado. Un sector liberal y progresista está esforzándose por resaltar las bondades de la Unión Europea, atacando a quienes critican sus políticas. El fin de semana pasado, se llevó a cabo una manifestación en Madrid que, según una crónica de Ángeles Caballero, mostraba el ambiente como un encuentro de boomers de clase media. Esto me llevó a recordar dos cosas: de un lado, la narrativa de que el Brexit fue una decisión de personas mayores contra jóvenes europeos; y del otro, los debates que he tenido con mi padre. Él solía comentar que él y su generación querían ser europeos porque, cuando trabajaba en Alemania en los años 70, le traían chicles de allí.

También tengo un recuerdo similar: cuando se introdujo el euro en los años 2000, mis chicles pasaron de costar cinco pesetas a cinco céntimos, pero, eso sí, venían con cromos. Europa, como dijo Julio Anguita, es «el cuento de la buena pipa». Así que el escepticismo hacia la Unión Europea podría venir de una juventud que, aunque puede ir de Erasmus, no puede acceder a una vivienda propia. Cuando viajan a Alemania y observan cómo viven sus contemporáneos allí, se dan cuenta de que todos somos europeos, pero algunos parecen serlo más que otros.

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