Reflexiones sobre la Controversia Político-Histórica en Chile
Recientemente, presencié una sorprendente entrevista en la televisión con el candidato presidencial chileno Johannes Kaiser. Tuve que verla dos veces para convencerme de que lo que escuchaba no era un mal sueño. Sin mostrar ninguna emoción, el candidato Kaiser afirmó que, si las “mismas condiciones” del pasado se repitieran, no dudaría en respaldar el golpe de Estado militar del 11 de septiembre de 1973. Este posicionamiento es alarmante, ya que implica aceptar las graves consecuencias humanas de ese golpe: miles de muertos, personas desaparecidas y un gran número de torturados. Kaiser mencionó que, aunque algunas cosas no debieron haber ocurrido, parece no comprender la magnitud de lo que sus palabras significan.
Las reacciones no tardaron en llegar, incluso de figuras de la derecha. El senador Iván Moreira (UDI) calificó sus comentarios como una locura. Sin embargo, Kaiser persistió en su postura, asegurando que no está de acuerdo con las violaciones a los derechos humanos, pero insistiendo en su visión del golpe. Para las izquierdas, lo que dijo Kaiser es una tragedia; para los sectores de centroderecha, una falta de tacto; y para los más liberales, es inaceptable.
A pesar de las críticas, muchos votantes de derecha, especialmente los de mayor edad, aún recuerdan el miedo que vivieron durante la Unidad Popular. Para la mayor parte de los chilenos, sin embargo, este debate parece no tener relevancia. La verdadera dificultad la enfrentan las izquierdas, que se indignan por la postura revisionista de Kaiser, tratando de reafirmar una lucha contra la extrema derecha, aunque muchos votantes no se identifican con esas ideas.
Esto plantea una pregunta importante: ¿debemos exigir a quienes no vivieron el golpe de Estado que le den importancia a eventos ocurridos hace más de 50 años? La respuesta es no. Para muchos chilenos, la historia puede parecer lejana y hasta irrelevante. A pesar de que algunos sectores intentan revivir la memoria del pasado, el contexto actual es diferente, con nuevas generaciones que tienen prioridades distintas y menos ideológicas.
Uno de los retos más complicados es cómo la izquierda puede abordar el tema del golpe de Estado y sus consecuencias sin caer en interpretaciones que generen divisiones. La historia tiene múltiples facetas, y un manejo adecuado de este contenido es esencial para evitar nuevas fracturas en la sociedad chilena. La manipulación histórica nunca es buena si lo que buscamos es avanzar hacia un futuro más inclusivo.