Reflexiones sobre la Política y las Primarias en España
Este mes de julio se cumplen 22 años desde que se publicó en este periódico un artículo titulado La selección adversa en los partidos. En este trabajo, escrito por Belén Barreiro, Sandra León, María Fernández Mellizo-Soto y yo, reflexionábamos sobre cómo era posible que personas como Tamayo y Sáez estuvieran en las listas electorales del PSOE. Aquel artículo destacaba una idea común: el PSOE no cuenta con todas las personas que podría ni todos los que forman parte del partido generan suficiente confianza. La solución que proponíamos eran las primarias, un mecanismo que permitía al líder elegir a los mejores sin sentirse atado a compromisos previos.
Es interesante observar que, como científicos sociales, a veces nuestras propuestas se llevan a la práctica. A lo largo de estos años, muchos partidos políticos han adoptado las primarias como parte de su funcionamiento interno. Sin embargo, los recientes acontecimientos muestran que el problema de la selección adversa persiste. Preguntamos, por ejemplo, ¿cómo es posible que Koldo, Ábalos y Cerdán estén al frente de un partido?
Para entender esto, debemos ser claros. El escándalo de corrupción actual no se debe a un fallo en nuestra democracia. Las autoridades encargadas de la seguridad y la justicia han hecho su trabajo, pero los problemas están en los controles internos del PSOE. Además, no podemos limitar este problema solo al Partido Socialista; revisando la historia reciente del Partido Popular, encontramos figuras también envueltas en escándalos.
Si queremos mejorar nuestra vida pública, es fundamental repensar cómo funcionan los partidos. Por ejemplo, sería útil que el Partido Popular explique cómo evitar que se repitan casos como la Gürtel o la Púnica. Pero volvamos al artículo de hace 22 años. La duda sigue siendo: ¿por qué las primarias no han sido la solución?
Primero, no es cierto que las primarias generen líderes sin ataduras reales. Nadie gana unas primarias solo, necesita un mínimo de estructura, y aquí es donde surgen los problemas que no anticipamos. En segundo lugar, las primarias también tienen sus fallos: si no hay controles, los partidos se convierten en grupos de apoyo ciegos al líder. Por eso, en democracia, tanto la participación como la pluralidad son clave. Los ganadores deben dirigir, pero los perdedores no deberían ser excluidos.
Para que las primarias sean efectivas contra la selección adversa, es crucial que existan equilibrios internos, donde las voces disidentes no se silencien. Sin esto, si solo se premia la lealtad ciega al líder, la organización se llenará de personas que han entrado en la política por motivos equivocados.
En resumen, la política actual puede rechazar a personas valiosas y, a veces, promociona a individuos con comportamientos moralmente cuestionables. Los partidos son en gran parte responsables de esto. Si no cambian sus maneras de funcionar, estaremos condenados a enfrentar escándalos como los de Koldo o Púnica cada cierto tiempo. Muchos pueden pensar en reducir la participación de la militancia y volver a modelos del pasado. Pero no hay garantía de que los líderes hagan menos errores que los miembros del partido. La lealtad mal entendida ha llevado a que las propuestas de la base sean ignoradas en listas electorales, privilegiando a quienes son cercanos al líder en lugar de a los más capacitados. Esto socava los principios democráticos que todos valoramos.