Historia de amistad y esfuerzo de Tania Moreno y Daniela Álvarez
Tania Moreno, nacida en Madrid en 2002, y Daniela Álvarez, nacida en Gijón en 2001, recientemente lograron cumplir uno de sus grandes sueños. Ambas formarán pareja en sus primeros Juegos Olímpicos, y lo harán en un lugar que siempre han soñado: «En este momento, solo puedo pensar en París como el mejor lugar para jugar. Es la ciudad en la que me encuentro ahora, y debo aprovechar esta oportunidad. Además, tengo una foto de cuando era niña debajo de la Torre Eiffel que me encantaría repetir», confiesa Tania. Por su parte, Daniela agrega: «Crecí viendo todas las candidaturas de Madrid, que habría sido un lugar excelente, pero París también suena espectacular».
Las historias de ambas están marcadas por el deporte y el esfuerzo familiar, en el caso de Tania: «Mis padres son fundamentales en mi historia. Mi madre era jugadora profesional de vóley playa y mi padre era su entrenador. Creo que no tuve otra opción que estar aquí jugando, pero no podríamos haber tomado una decisión mejor».
Daniela comenzó en el tenis, pero pronto cambió la raqueta por la arena: «A los 14 años dejé el tenis y empecé a jugar vóley playa. La vida me llevó a Lorca, y estoy muy contenta y agradecida de haber tomado esa decisión. Mi compañera de clase jugaba voleibol en pista y me animó a apuntarme. Quería irme a Estados Unidos a jugar al tenis, pero finalmente me convenció para compatibilizar ambas cosas. A los pocos meses, me ofrecieron unirme a la concentración permanente de vóley playa después de apenas haber jugado 9 días. Era muy mala, pero vieron potencial en mí y aquí estoy. Jugué con Jessica Bouzas y ahora podemos coincidir en unos Juegos, lo cual sería muy especial».
Ambas fueron subcampeonas de Europa hace un año y encaran París con gran ilusión: «Vamos a disfrutar, ser ambiciosas y dar lo mejor de nosotras para disfrutar al máximo la experiencia. No nos hemos fijado metas concretas en cuanto a resultados, pero daremos todo para intentar llegar a lo más alto».
Para Tania, la clave de una gran relación radica en la diversidad de habilidades: «Podríamos llamarlo un matrimonio. Tenemos diferentes fortalezas y sabemos cómo resolver distintas situaciones, y esa conexión viene de forma natural. Somos capaces de manejar los conflictos de manera positiva. Nuestra unión surgió en las categorías inferiores. Fue en un Europeo Sub-18, nadie nos dijo que funcionaba, lo sentimos nosotras. No sentimos ninguna presión externa para jugar juntas, y hemos recorrido juntas todo el mundo hasta ahora».
Ambas deportistas afrontan los Juegos Olímpicos con ilusión y determinación, dispuestas a disfrutar al máximo y dar lo mejor de sí mismas para alcanzar el éxito. No se han establecido metas específicas en términos de resultados, pero ambas están comprometidas a esforzarse al máximo.
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