La Pérdida de un Espacio Cultural en Madrid
Hay una forma de morir que no se ve en las noticias. No se menciona en los obituarios ni se crean esquelas. Esto sucede cuando se apagan las luces de un lugar donde sonaba música que no estaba en ninguna lista de reproducción, donde los músicos trabajaban a solo unos metros del público y todos compartíamos la incertidumbre de lo que podría pasar. El Café Central cierra sus puertas tras más de cuarenta años como un emblemático sitio de jazz en Madrid. Estamos perdiendo otro de esos espacios que hacían de Madrid una ciudad más habitable, no solo un lugar para visitar. Pero su cierre representa más que eso; se lleva consigo una manera de entender y vivir la ciudad.
El modelo Miami de locales diseñados únicamente para Instagram está reemplazando al Madrid más auténtico, un Madrid de rincones donde sucedían cosas imprevisibles. Esto no es casual. Es el resultado de un proyecto que lleva años transformando Madrid. Un proyecto identificado con nombres y universidades específicas.
La historia de Noelia Núñez, una diputada del PP que renunció tras descubrirse que había falsificado sus títulos, es un ejemplo más de este tema. Ella trabajaba como “profesora” en la Universidad Francisco Marroquín (UFM), una institución de Guatemala que abrió su sede en Madrid en 2018 y que se presenta como “el centro del liberalismo mundial”. Allí, Javier Fernández-Lasquetty, quien ha estado detrás de la privatización sanitaria en Madrid, ocupó el puesto de vicerrector. La UFM recibió la autorización de la Comunidad de Madrid a pesar de un informe negativo del Ministerio de Universidades debido a problemas con el número de doctores y recursos docentes. Pero esto no importó. Su aprobación ocurrió justo cuando Lasquetty ocupaba el cargo. Porque aquí, todo queda en familia. Además, su campus en Madrid está conectado con empresas que están bajo investigación en el caso Lezo.
El modelo de Aguirre y Ayuso se mantiene activo: se relajan los controles para aceptar “universidades” que no cumplen estándares y se colocan políticos sin formación en puestos importantes, creando así un sistema de legitimación cruzada. Las universidades dan credibilidad a los políticos, quienes a su vez ofrecen licencias a cambio de futuras remuneraciones. El resultado son títulos sin validez oficial; la UFM no puede otorgar grados reconocidos en España o la UE, pero estos títulos inflan currículos y dan una apariencia de solvencia académica.
El asunto de Noelia Núñez no se trata solo de si los títulos son relevantes o no. Es una distracción que oculta cómo se construye un ecosistema de legitimación que elude las reglas impuestas a otros: autorizaciones con informes negativos, rectores sin formación y títulos sin validez. Es el mismo patrón que ha convertido el centro de Madrid en un parque temático: crear instituciones que sirven a un proyecto, no a la educación. La ironía es notable; los mismos que acusan a las universidades públicas de estar “ideologizadas” han establecido una maquinaria de legitimación privada. Cuando Ayuso habla de “libertad de elección”, lo que realmente está creando es un Madrid para los ricos: universidades para legitimarse, barrios para especular y cultura solo para ser fotografiada. Un Madrid donde todo se puede comprar, pero donde vivir se vuelve cada vez más complicado.