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Volver a lo Básico en Tiempos Difíciles
Lo que voy a decir puede sonar simple y hasta cursi para algunos, pero en tiempos de crisis, es importante regresar a lo esencial. Con el avance global de la nueva derecha y el autoritarismo en América, debemos enfocarnos en la raíz de donde surgen los diferentes feminismos. Debemos pausar, aunque sea un momento, los intensos debates sobre diferencias y enfoques.
Es vital reconocer que no podemos agrupar en la misma categoría a quienes comparten objetivos con nosotras y a grupos que actúan desde la misoginia. Mientras discutíamos sobre los derechos de las personas trans y su lugar en el feminismo, grupos de derecha se unieron en torno a posturas más simples: el rechazo a los derechos reproductivos de las mujeres y un nacionalismo extremo.
Mientras debatíamos sobre la regulación del trabajo sexual, la nueva derecha presentaba una agenda que se alimenta del odio. Usan una misoginia tradicional que deja huellas profundas, tratando de mantener su dominio sobre la sociedad y nuestros cuerpos.
En lugar de tomar una posición clara, debemos preguntarnos: ¿Quién se beneficia de nuestras divisiones como feministas? No creo que ni mujeres cis ni mujeres trans ganemos algo; al final, todas perdemos.
El Control Estatal y los Pánicos Sociales
A pesar de que la nueva derecha proclama querer limitar la intervención del Estado, en realidad regulan la vida de las mujeres a través de leyes restrictivas, como la prohibición del aborto. Utilizan “pánicos sexuales” como herramienta para movilizar apoyo popular para sus políticas de control.
Históricamente, los pánicos sexuales han sido utilizados por grupos conservadores, donde se crea un temor en la sociedad respecto a la sexualidad, enfocando la sospecha en disidencias sexuales como hombres gays y mujeres trans. Este temor generalmente busca justificar un aumento en regulaciones punitivas desde el gobierno.
El pánico sexual se convierte en un medio para controlar a las mujeres, presentándolas como si su sexualidad estuviera fuera de control. Por ejemplo, los que argumentan que permitir el aborto llevará a un mal uso del mismo, contribuyen a este control. También se intenta regular la vida de quienes desafían el sistema tradicional de género.
La legislación restrictiva se convierte en la herramienta del Estado para imponer normas sociales que antes eran solo creencias comunes. Todo esto nos lleva a cuestionarnos: ¿no tenemos más en común que lo que nos separa? ¿No compartimos el deseo de tener control sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas?
Ante el aumento de la violencia contra mujeres y personas trans en América Latina, ¿no deberíamos unirnos en nuestro objetivo de erradicar el machismo que nos afecta? Hay muchos puntos de encuentro; solo necesitamos la voluntad de encontrarlos.
Quizás, en vez de discutir sobre quién tiene prioridad en el feminismo, deberíamos considerar quiénes se benefician de las luchas feministas y aceptar su ayuda. Esto es un llamado a mantener una perspectiva histórica y política ante un enemigo más grande.